3. Clara y el día en que Glúcar se volvió loca sin ninguna razón

Clara Guevara

—¡No te entiendo Glúcar! –gritó Clara estando acostada en su cama.

—¿Qué sucede? –preguntó Julián, el hermano menor de Clara, cuando entró a su cuarto–. Pensé que habías salido esta tarde en bicicleta con tu amiga Silvia.

—Lo tenía planeado –dijo Clara sarcásticamente–, pero esta Glúcar está loca de remate el día de hoy.

—Creí que me habías dicho que Glúcar es siempre una loca –respondió Julián confundido.

—Bueno hermanito, sí, pero… es que hay días que realmente no la puedo entender. ¡Se vuelve LOCA sin ninguna razón! –dijo Clara muy frustrada.

—¿Qué le hiciste? –preguntó Julián.

—¿Qué le hice? ¿QUÉ LE HICE?… ¡NADA! Sólo lo que hago usualmente para mantenerla feliz. ¡Eso es todo! –gritó Clara furiosa.

—No deberías hablarme así –le dijo Julián, quien luego añadió en forma pensativa–:  Está bien, ¡tal vez no hiciste nada!

—¡Ya, pará eso! –gritó de nuevo Clara aún más frustrada.

—¿Parar qué? –preguntó Julián, y luego siguió hablando–: Bueno… decime, ¿has comido bien para Glúcar? ¿has hecho ejercicio? ¿has revisado tus niveles de azúcar regularmente? ¿te has puesto la cantidad adecuada de insulina? ¿has…

—Ah, ya veo… ¡querés jugar de detective! ¿verdad? –lo interrumpió Clara.

—Tal vez… de todas formas, ¡dejame ayudarte! –le rogó Julián.

—¿Ayudarme? ¿AYUDARME? ¡YO NO NECESITO DE AYUDA! –gritó Clara.

—¡Por supuesto que sí! Por lo menos para mí sí que la necesitás –dijo Julián calmadamente.

—¿Que la necesito? ¿QUE LA NECESITO? –vociferó Clara moviéndose como un payaso chiflado.

—Te estás comportando muy raro el día de hoy… –observó Julián.

—¡Es culpa de Glúcar hermanito! ¡Obvio! –dijo Clara haciendo una mueca.

—¿Quién me está acusando? –la voz de Glúcar llenó todo el cuarto.

—¡Nadie! –respondieron Clara y Julián al mismo tiempo.

—Puedo oír absolutamente todo desde aquí adentro… ­–dijo Glúcar muy enojada–. Dos contra uno, ¡eso no es justo!

—¡Mirá quién está hablando de justicia! Glúcar, no me hagás empezar… –Clara volvió a enojarse.

—Bueno niña –la interrumpió Glúcar–, sabés que algunas veces soy totalmete impredecible, que tengo mis días, y mis altos y bajos… y hoy, ¡hoy quiero ser la más loca de todo el mundo!

—Entonces, ¿qué es lo que Clara debe hacer? –preguntó Julián.

—Tranquilizarse, cambiar de actitud, y hacer lo mejor que pueda conmigo… ¡porque de otra forma no llegará a ningún lado!  Eventualmente yo me calmaré también, y entonces continuaremos viviendo “normalmente” de nuevo… ¡pero ella sabe eso! –contestó Glúcar.

—Oh –murmuró Julián, y luego le susurró a Clara–: ¿Oiste eso?

—Lo oí tan claro como el día –dijo Clara sarcásticamente–.  Creo que no tengo opciones.  Una de las dos debe mantener la cabeza en su sitio.

—¡Yo tengo una cabeza! –exlamó Glúcar.

—Sí, lo sé, pero ¡hoy no la tenés en su sitio! –dijo Clara–. Tal vez debo alistarme para ir a dar un paseo en bicicleta, y también debo llamar a Silvia… ¡no debí haberle cancelado!

—¿Vas a irte ahora? –declaró Julián sorprendido–.  ¿Después de esta rabieta que has tenido? ¿Como si nada hubiera pasado? ¿Antes de contestar a mis preguntas?

—Sí –respondió Clara–, pero te prometo hermanito que pensaré en las preguntas que me hiciste.  Sin embargo, por el momento puedo ver claramente (y recuerdo) que debo ser paciente con esta Glúcar y que debo continuar con la vida por mi propio bien. ¡Ciao!

—¡Esa es mi amiga! –gritó Glúcar muy animada.

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