La clase de Clara estaba de excursión en un vivero, como parte del programa de ciencias. Clara estaba encantada y por ello terminó rápido su almuerzo para poder explorar los jardines que rodeaban el lugar donde su grupo estaba comiendo.

—¡Oooh! –exclamó Clara para sí misma cuando vió a Alexander, cerca de un árbol, poniéndose una inyección con una jeringa que parecía un lápiz.

—No sabía que vos también tenías diabetes Alexander –le dijo Clara cuando él la volvió a ver.

—Yo no tengo diabetes –le respondió Alexander cuando terminó de ponerse la inyección.

—Entonces, ¿qué estás haciendo con esta inyección? –le preguntó Clara.

—Soy alérgico a cosas… y, para tu información, esto es un EpiPen, o un autoinyector que parece un lápiz, y que contiene medicamento para las alergias –le dijo Alexander al mismo tiempo que se lo guardaba en el bolsillo de su pantalón.

—¿Alérgico a cosas? ¿Podrías ser más específico por favor? –le exigió Clara.

—Bueno, es que intercambié mi sándwich de jamón y queso por la ensalada de camarones que trajo Omar… –le explicó Alexander–, ¡se veía y olía tan rica! El doctor me ha dicho que me mantenga alejado de los mariscos como una medida de prevención, ya que soy alérgico a mucha comida, pero nunca imaginé que pudiera ser alérgico a los camarones, o que la reacción que tuve por comer unos pocos iba a ser tan mala.

—¿Iba a ser tan mala? ¿Qué querés decir? –le preguntó Clara.

—Ay, ¡Alergón decidió comportarse mal! ¡Ese reacciona ahora a tantas cosas! –Alexander frunció el ceño.

—¿Quién es Alergón? –a Clara le dio por curiosear.

—Ese vive conmigo, y ¡es la causa de todas mis alergias! Mis alergias a ciertas comidas y a situaciones ambientales como el moho y el polen –respondió Alexander frustrado.

—¡Yo tengo a Glúcar Azúcar viviendo conmigo! –Clara se emocionó–. ¡Ella es verdadermente un caso! ¡Esos dos deberían conocerse!

—¿Qué es lo que tenés? –Alexander estaba totalmente confundido.

—Tengo a Glúcar, bobo, ella es mi diabetes, así como Alergón es tu alergia –le conestó Clara.

—Ah, ya veo… –dijo Alexander en forma pensativa.

De repente, se oyó a Glúcar gritar dentro del cuerpo de Clara: —¡Yo no quiero conocer a ningún otro ser!

—¡Ni yo tampoco! –Alergón protestó también.

Alexander entonces habló: —Ves Clara, vos no sos la única persona con una condición especial en nuestra clase.

—Ya lo veo… –admitió Clara–, pero es mejor que vayamos donde está todo el grupo para contarle a la maestra sobre esta aventura que has tendido… no te veo muy bien ahora.

—¡Ay, por favor! –protestó Alergón–, ¡esa ensalada de camarones estaba deliciosa! Tal vez me alboroté demasiado y puse nervioso a Alexander… ¡no le cuenten a la maestra! Ella le contará a los padres de Alexander y ¡me regañarán!

—Yo seré al que regañen, Alergón, ¡y no a vos! –se enojó Alexander.

—Alergón, no deberías tratar tan mal a tu Alexander –Glúcar lo reprendió.

—Ay, ¡mirá quién está hablando! –replicó Clara enojada.

Y de repente, empezó una pelea entre los cuatro, hasta que Alexander finalmente dijo: —¡Basta ya! ¡Me están volviendo loco! Además, debo ir a un hospital después de inyectarme con el EpiPen. Y Clara, vos y yo debemos concentrarnos en nuestra amistad y no poner atención ni a tu Glúcar ni a mi Alergón… las cosa serán mas fáciles y alegres de esa manera.

—¿Amistad? –se animó Glúcar–, ¡qué emoción! ¡Podremos ir todos juntos al cine!

—¡A mí me encantan las películas de miedo! –aclamó Alergón.

Clara y Alexander torcieron los ojos exasperados, y luego caminaron juntos hacia donde se encontraba la maestra. Mientras tanto, y dentro de los cuerpos de ambos niños, un plan para salir a pasear empezó a nacer, y dos risas suaves y pícaras se entrelazaron con el viento: —¡Jejejeje!